Se ha dicho

1. Pilar Muñoz Clares en su blog La pistola de Larra comenta:


Habría sido la última novela de Rubén Castillo si no hubiera publicado pocos días después El globo de Hitler en  Isla del naúfrago, editorial online  -con todo el rigor, aquí la tengo recién recogida de correos-. Hablamos de Las hogueras fosfóricas, su penúltima, editada por Baladí el mes pasado.
La novela está construida sobre el diálogo de dos personas que se encuentran en un chat de sexo. Con el nick de Marge y Tristam, dos indentidades juegan con la propia en metamorfosis según las verdades, mentiras o ambigüedades que se cuentan y según los personajes se acerquen o distancien a lo largo de las doce ocasiones en que hablan. Esta es una de las razones de que la novela se lea de un tirón. Desde el principio se siente que protagonistas o trama pueden volcar hacia cualquier lado. Además, dos voces van marcando a golpes tajantes, casi sonoros, el transcurrir del diálogo: una, distante, como en otras novelas de Rubén Castillo, añade agudas sugerencias sobre la psicología humana;  en cursiva, y a modo de coro,  la otra amplía, corrige, interpreta,  contextualiza, la charla entre ellas, o ellos, según hayan decidido ser en ese momento.  Narrativamente, otros factores interesantes: apuntes y referencias a hitos de la cultura contemporáena y descripción finalmente del fluir de una conciencia mediada por la interfaz de la pantalla y la necesidad comunicativa. Como siempre que se lee  a Rubén Castillo, parece que nada extraordinario sucede. Su prosa transcurre con una inteligente serenidad que, sin embargo, al cerrar el libro estalla sin aviso donde sutilmente el narrador, que parecía tan lejos, había puesto la mirilla. Zas. Entre otros libros, recordar la novela juvenil que publicó en el último otoñoLa cueva de las profecías (Edimáter, 2010). Se le puede seguir en los artículos de Librario íntimo, su blog de crítica literaria.




2. Supersalvajuan publicó:

No valen los trucos de magia en la Edad Contemporánea porque todo es mentira. En dos sentadas me he leído Las Hogueras Fosfóricas, que ha publicado Ediciones Baladí. No sé si tiene razón Rubén al decir que los pájaros se equivocan. No sé si sus vuelos son erráticos. Este es un libro de palabras. ¿Escogemos las palabras adecuadas? ¿Y quién entra a un chat erótico?
Me dio al principio un poco de miedo. Leí, con poca distancia entre ellas, palabras como nakshatras y behetría. Pero cuando Tristam y Marge empiezan a chatera, todo es cuesta abajo, como un jueves a las 3 de la mañana. Apariencias, malentendidos, malos funcionamientos, gilipolleces varias...
¿Vale la pena mentir cuándo no conoces a alguien? ¿Tan importantes son las apariencias? ¿Hemos hecho de la apariencia una rareza? ¿Por qué anhelamos cosas que no tenemos? ¿Por qué no nos conformamos con nada? ¿Qué más da 30 ó 40 años? Siempre recordamos a Braudel, a Febvre y a Bloch, siempre recordamos que le tiempo hay que medirlo por los cambios y no por la duración. Las Hogueras Fosfóricas es el estrés del siglo XXI, es la búsqueda entre las mentiras, o, como dice Rubén, "el silencio como una lluvia gris".
Cuando leí Contra el viento del norte (esa novela para mujeres que cogen medios de transporte aéreo), le achacaba la falta de velocidad. Un email parece prehistórico, un trozo de silex maltallado en mitad de la nada. En Las Hogueras Fosfóricas el chat le da la velocidad a unos diálogos que, puestos, puedes creer o no. ¿Pero la pregunta va más allá? ¿Cuánto mentimos al día? La respuesta es simple: mucho. A los demás, pero , sobre todo, a nosotros mismo. ¿Nos refugiamos en el lado oscuro cuándo estamos abatidos?
Y pedir perdón perdón no vale para nada. La fatalidad es la única lotería que nos puede tocar, lo demás son milongas. Pues eso, que si tenéis horita y media libre, aprovechad que siempre hay una hoguera que apagar.
Coda: Rubén, Jenna Jameson ya no se lleva. Toca actualizar. Para la segunda parte, si puedes, cambia a la señorita que más ha sufrido el dos contra uno (y no hablo de baloncesto [pregunta mítica que le hicieron a Kobe Bryant]) por Sasha Gray, la reina de la penúltima temporada de El Séquito y de Internet. Y todo lo demás.


3. Eme escribió en paperblog:

Leyendo el libro de Rubén Castillo, las hogueras fosfóricas, sonaba en mi cabeza:  "Todo, todo, es mentira como siempre has sugerido..." Vivimos en una sociedad donde imperan los estereotipos, tendemos a clasificarlo todo, a etiquetarlo todo, pero las personas no somos botellas de fanta de naranja o limón. Puedes crear un personaje, introducirte en su piel y empezar a actuar como si fueses él, pero tarde o temprano la cera de tu máscara empezará a derretirse y te quedarás solo con tus miedos, preocupaciones e inseguridades. Nos agarramos a las palabras como si fuesen botes salvavidas en medio de un naufragio, pero las palabras son un arma de doble filo, todo depende de lo que estés dispuesto a creer. A veces las mentiras te dan seguridad ,sobre todo cuando la verdad es dolorosa,  pero lo peor es la incertidumbre, ya lo cantaba Jota: "y me preguntaba qué estarías haciendo? y me mataban los celos cada vez que alguno de estos me decía cualquier cosa sobre ti ... un verano que fue una pesadilla si me acuerdo hoy me duele todavía"



4. Pascual García escribió:

La última entrega literaria del escritor murciano Rubén Castillo, novelista, cuentista, ensayista y habitual colaborador en prensa y diversos medios periodísticos, así como profesor en el I.E.S. Vega del Thader de Molina de Segura, es una novela singular, ambientada en el espacio cibernético y fascinante, sin duda, de uno de tantos chat que hoy proliferan en medio de un caos comunicativo, en el que todos creemos estar cerca de todos, pero en el que cada cual carga con su propia porción de soledad, a miles de kilómetros tal vez los unos de los otros:  Todos los náufragos, mientras bracean y se tragan el mar, buscan con los ojos la gris esperanza de un último barco. Sabedor, desde luego, de las carencias que nos empujan a darnos a los demás en el anonimato de una pantalla iluminada,  en la que se destacan unas palabras enigmáticas como si lanzáramos una botella al mar, Rubén Castillo traza no solo una fábula sobre la esperanza de un hombre y una mujer emboscados en su propio desasosiego, sino también la metáfora de un mundo, donde el fingimiento, las trampas y la mentira adquieren categoría de valores universales: Estamos fabricándonos el consuelo del chat porque no sabemos qué hacer, ni cómo actuar, ni el color del futuro.
            Tristam y Marge son los protagonistas de esta historia dialogada, como una larga escena teatral en la que solo hallaremos palabras y silencios, sospechas, malentendidos, anhelos y un buen puñado de falsificaciones, que obligan a los personajes a representar papeles espurios, disparatados y absueltos de una verdadera humanidad.
En el fondo, si algo caracteriza a este relato absorbente es su calculada ambigüedad, la absoluta incertidumbre que provoca en el lector desde la primera página hasta arrebatarle cualquier convicción segura, como si todo estuviera tramado en el aire, en la duda, en la inconsistente naturaleza de dos seres  que se buscan sin encontrarse, porque ni siquiera ellos se conocen del todo.
Es verdad que podría aducirse un motivo superficial de mero encuentro erótico para este diálogo continuo, salpicado de pequeños textos de una belleza literaria estremecedora y bellísima: Los calendarios golpean con su inmisericordia de mazos o de péndulos. Pero si el sexo planea como una constante a lo largo del libro, nos parece, sin embargo, que solo es un pretexto para denunciar la endeblez y la fragilidad de dos almas atrapadas en el juego de sus propias palabras.
Una conciencia externa y omnipresente, un demiurgo poético mueve los hilos de estas voces que pronuncian palabras, de cuya verdad nunca estamos seguros, como no sabemos el sexo de los conversadores ni su edad ni sus propósitos reales.  Un chat, al fin y al cabo, en toda la extensión de su palabra, es una ceremonia de la confusión y una farsa, una ficción en toda regla y un fraude, pero en este chat se pone en juego constantemente la naturaleza y la condición humana, los fantasmas personales y las obsesiones privadas, la felicidad como proyecto y el fracaso como realidad: No conoces mi vida, no sabes nada de mí. Si por azar del destino nos montáramos en el mismo autobús, ni siquiera sabrías quién soy.
Rubén Castillo ha logrado con una evidente economía de medios una novela plena de sentidos, inteligente, ágil, que va conduciendo al lector con celeridad hasta su término, mientras le muestra las mil caras de de una pieza literaria a dos voces, en la que nada parece resuelto de antemano.
Con el dominio de la lengua que le caracteriza, con el conocimiento de las pasiones humanas y de las debilidades, el escritor murciano construye una entrevista a ciegas entre dos personajes enardecidos y complejos, en el vacío virtual de un territorio de cables infinitos, cuyo final no es otro que la noche:   La noche, a veces, es un idioma cruel.



5. Antonio Parra

A la hora de perfilar una novela con una intriga histórica, hay que tener en cuenta algunas normas, la primera de ellas consiste en hallar un enigma como punto de partida, un poderoso imán que se clave como una daga en la curiosidad del lector. Acto seguido, sería conveniente trazar unos personajes con enjundia para lanzarlos a descifrar dicho enigma; en tercer lugar, se requiere una documentación exhaustiva, apasionada incluso, para moverse en el delicado alambre que separa lo histórico de lo ficticio. Y como colofón, sin el que nada de lo anterior serviría en modo alguno, hay que ser buen escritor, casi tanto como buen lector, porque todos estos requisitos deben cumplirse respetando siempre a los posibles lectores.

Rubén Castillo ha ejecutado la fórmula a rajatabla, y el resultado es una novela hipnótica que cuesta muchísimo trabajo cerrar, y cuyo primer capítulo es ya un cepo literario con el que gana al lector para el resto de sus páginas. Y es que esa reunión del estado mayor de Hitler está narrada como si el autor hubiera sido uno más de su círculo, o como si hubiera estado escondido bajo la mesa. Todo para lanzarnos el enigma, el anzuelo de la obra, el último mensaje que el genocida austriaco escondió en el interior de su globo terráqueo.

Encontrar el sentido de dicho mensaje es el objetivo que se marcan los tres protagonistas de la novela, sobre todo dos, porque el millonario Robert Wilkins, un personaje con un atractivo narrativo brutal, se aparta en cuanto ha encomendado su misión a la pareja de investigadores. Ambos incumplen el tópico detectivesco, como debe ser, porque esta novela no es negra, es mucho más, tiene una intriga de muchos quilates, y una potencia cinematográfica digna de considerar.

La catedrática Katherine Gordon y el ex militar Walter Irving serán los encargados de descifrar a qué o a quién hacía referencia el mensaje del dictador. Ambos se respetan, tienen un pasado con sus correspondientes sombras, y emprenden una investigación que no habría sido creíble sin que el autor se documentara a conciencia, pero tampoco si hubiera variado un ápice el tono de sus conversaciones. El conocimiento de los últimos tiempos del nazismo, así como las biografías de sus figuras más destacadas se convierten en sendos valores añadidos de la novela.

Habría que rogarle al lector que, como en las viejas películas de misterio, no desvele a nadie el final de esta historia, tal vez sea uno de los mejores honores que se le puedan hacer a la obra. Los otros, los honores tangibles, se los debemos a Rubén Castillo, por la manera de dosificar la trama, por la perfección de los diálogos, por la elegancia con la que hace que se trate la pareja protagonista, porque parece un lord inglés acicalando la palabra justa. Quien abra esta novela disfrutará de una lectura extraordinaria, y como muestra, vaya también el magnífico booktrailer que ayuda a presentarla.















6. RADIO COMPAÑÍA


EL ESCRITOR AFINCADO EN MOLINA, RUBÉN CASTILLO, PUBLICA LAS HOGUERAS FOSFÓRICAS, SU TERCERA NOVELA
               

El escritor murciano, Rubén Castillo Gallego, ha publicado su tercera novela, Las hogueras fosfóricas (Editorial Baladí), “la hoguera no tanto del fuego sexual, sino de la persona que enciende una luz en medio de la noche e intenta ser visto, como un náufrago”, explica el autor afincado en Molina de Segura. 
  
Castillo cuenta en su libro cómo, oculto tras el nick de Tristam, alguien contacta con Marge en un chat de sexo mientras su esposa duerme en la habitación de al lado. Las citas se sucederán a lo largo de las noches motivadas por el morbo, la emoción de una relación sin ataduras ni responsabilidades y la insatisfacción sexual que Tristam siente con su mujer.
   
Su relación virtual se convertirá en la única tabla de salvamento para combatir la soledad en la que se encuentran inmersos, aunque al final tendrán que afrontar sus miedos por separado. “Una persona que se mete en un Chat es una persona insegura, que no se siente feliz siendo cómo es y, por tanto, tiene que fingir otra personalidad y tiene que mentir, una mentira entendida como un disfraz”, indica el escritor a la hora de justificar la elección de este tema para su novela.
    
Rubén Castillo, de 45 años, es profesor de literatura y crítico literario (estuvo en La Verdad hace varios años). Se le incluye en la generación del meteorito de Molina por esa explosión de buenos escritores que ha tenido la ciudad en los últimos años.
   
Además de publicar anteriormente otras dos novelas La mujer de la mecedora (1992) y Las grietas del infierno (2002), también ha cultivado otros géneros, como el cuento, la novela corta, el artículo periodístico o el ensayo. Ha obtenido varios premios por sus relatos, así como dos galardones por sus novelas cortas: el premio Gabriel Sijé (Reina María) y el Ateneo de Valladolid (La mujer de la mecedora).
    
El escritor opina que las obras, con el paso del tiempo, tienen que ir mejorando debido a la propia madurez y conocimientos adquiridos por el autor. Por ello, una vez controlados los mecanismos narrativos, dice sentirse satisfecho con su nueva novela porque “la distancia entre lo que quería decir y lo que he dicho, es muy pequeña”.
   
“Que sea mejor o peor novelista es otra cosa”, añade, “pero lo que quiero decir lo digo y la meta de uno no es ser Cervantes, sino Rubén Castillo”.
   
11.000 libros
Para Castillo la lectura es una forma de enriquecerse y de estar abierto a la curiosidad del mundo. “Estos escritores que presumen de que no leen nada, de que no les interesa lo que se está escribiendo o de leer sólo a Quevedo, me parece una boutade estúpida y la generación que hubo hace unos años que pregonaban eso ha llegado dónde tenía que llegar: a ningún sitio”, critica.
   
Ávido lector, Rubén Castillo admite que, desde hace mucho tiempo, dedica a la lectura más de dos horas todos los días y estima que, al cabo del año, lee unos 120 libros. Confiesa que en el garaje de su vivienda tiene una biblioteca con 11.000 títulos. “He elegido que el coche duerme en la calle”, bromea el profesor murciano.
    
Castillo dispone de un blog literario personal donde comenta libros de actualidad y también modera otro blog orientado hacia sus alumnos que, en apenas seis meses, ha registrado 30.000 visitas y donde se han leído 250 libros. “No es cierto que la juventud no lea, hay una parte que sí lee y, además, lo hace de forma inteligente”, explica.
   
El profesor considera que a la gente joven se le ponen etiquetas “desagradables y, a veces, injustas”. Por ello alude a una frase de Hemingway para reforzar su argumento: “El que generaliza procede siempre con injusticia”.